DIOSDADO, ¿POR QUÉ NO NOS EXPLICAS CUÁNDO NELSON MORENO CONTRATÓ A HENRY LÓPEZ?

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Por Jorge Castro

PUNTO PREVIO

Ricardo Guanipa:

Mañana continuaremos refrescando y actualizando las informaciones relacionadas con los graves delitos cometidos por el prófugo de la justicia José Luis Parada, en detrimento de PDVSA y del Estado venezolano.

Cuando revisamos minuciosamente internet, comprobamos que el periodista Ricardo Guanipa ha publicado los mejores reportajes sobre este y otros temas vinculados a PDVSA.

No me une ningún lazo amistoso con Guanipa, ni siquiera lo conozco personalmente, pero sus investigaciones están elaboradas en estricto apego a las normas éticas que rigen el periodismo, y su metodología de investigación periodística responde al método científico: sistemático, riguroso y verificable en los hechos.

Otro punto que lo convierte en una fuente de consulta segura es que, con el paso de los años, sus publicaciones permanecen inmutables en internet, lo que demuestra que no responde a intereses crematísticos.

Su ejercicio periodístico es impecable. La antítesis de las prácticas que llevan a cabo las mafias que operan en el sur de la Florida.


EL VILLANO

Formé parte de la Promoción de Agentes de la DISIP 01-90. El Director General de dicha institución era Pedro Torres Agudo. Fue de las últimas promociones que egresaron de la Academia, cuando aún funcionaba en la sede de Campo Alegre. Posteriormente, la mudaron al Helicoide.

Estábamos completamente hacinados: teníamos allí las tres “cuadras” para los cadetes, comedor, barbería, aulas y oficinas. Las mismas aulas eran empleadas en las noches para un “parasistema”, donde los funcionarios que aún no se habían graduado de bachilleres pudieran continuar sus estudios y concluirlos.

Debí abandonar los estudios de Derecho, que retomé pocos años después, tan pronto ingresé a la Academia. Éramos aproximadamente 80 alumnos (entre ellos, menos de 10 mujeres). Estábamos compuestos por funcionarios administrativos, funcionarios regionales, funcionarios de seguridad interna y algunos pocos, como yo, que habíamos iniciado estudios universitarios y no teníamos ninguna experiencia previa en ninguna institución policial. Dentro del grupo también había exfuncionarios de la extinta Policía Metropolitana y policías regionales.


CONVOCATORIA

Nos convocaron un día domingo, y las actividades académicas iniciaban al día siguiente. Ese día nos asignaban litera, locker, sábanas, mantas, una gorra y un par de botas militares. Previamente, nos habían entregado una lista de artículos que debíamos disponer cada uno al momento del ingreso: tres jeans, tres franelas azules de algodón, medias blancas deportivas, pantalones cortos azules (para deportes), zapatos deportivos, alguna chaqueta oscura y artículos de aseo personal.

Mi madre, una vez más, hizo un gran esfuerzo y me entregó el dinero necesario para comprar mi “canastilla” en una sucursal de la “Quinta Leonor”, ubicada cerca de mi casa.

La gran mayoría de los alumnos provenían de los estratos sociales y económicos más bajos. Los que eran de clase media eran mal vistos, sometidos a bullying y obligados a renunciar y abandonar. Durante seis meses soporté el acoso en contra del “burguesito del Paraíso”, en referencia a la zona donde residía en Caracas. ¿Y cuál fue mi respuesta? Resiliencia.

Al terminar, fui el primero en orden de méritos de dicha promoción. Me tocó escribir y leer, ante el público asistente al acto de graduación, el discurso en representación de mis compañeros. Se lo dediqué a nuestros instructores del “Grupo de Intervención”, que habían sido disminuidos a su mínima expresión luego del cambio de gobierno y como consecuencia del escándalo generado en la opinión pública nacional e internacional por los supuestos enfrentamientos con guerrilleros en El Amparo y los “amparitos”.

Torres Agudo tenía una política: los cinco primeros —en orden de mérito— podían decidir a cuál división integrarse. Yo tenía claro que quería trabajar en la Dirección de Inteligencia. El organigrama interno de la DISIP era como dos instituciones bajo un mando único: la Dirección General de Inteligencia (inteligencia interior, exterior, búsqueda y seguimiento, operaciones técnicas, contrainteligencia, inteligencia financiera, análisis de inteligencia y telefonía) y la Dirección de Policía General, conformada por todos aquellos que trabajaban de manera abierta, pública y plenamente identificados (patrullaje vehicular y motorizados, explosivos, comandos, investigaciones, etc.).

Yo decidí incorporarme a la Dirección de Operaciones Técnicas, cuyo jefe en ese momento era el Comisario “Mitchell” Homero Sánchez Araujo, quien creo que aún permanece preso por su participación en la muerte de la joven estudiante Eslaida Vásquez.

“30 años de cárcel para exfuncionario de la DISIP por la muerte de una estudiante en 1973”

(Nota de prensa MP).– Ante la contundencia de la acusación presentada por el Ministerio Público, fue condenado a 30 años de prisión el comisario general jubilado de la extinta Dirección General de Policía (DISIP), Homero Sánchez Araujo (64), por su responsabilidad en la muerte de la joven estudiante Eslaida Vásquez, ocurrida el 29 de julio de 1973, en Tinaquillo, estado Cojedes.

Durante el juicio oral y público, los fiscales nacionales 39º (auxiliar) y 80º, Juan Carlos Tabares, Héctor Alvarado y Elvis Rodríguez, respectivamente, ratificaron la acusación contra el sexagenario por los delitos de homicidio calificado con alevosía y por motivo fútil, quebrantamiento de pactos y convenios internacionales suscritos por la República, y uso indebido de arma de guerra.

Una vez evaluadas las pruebas presentadas por los representantes del Ministerio Público, el Tribunal 2º de Juicio de Cojedes dictó la referida condena contra el comisario general, quien permanecerá recluido en el Internado Judicial de Barinas.

En julio de 1973, Sánchez Araujo, acompañado de funcionarios de la DISIP, se presentó en la residencia de Vásquez, ubicada en Tinaquillo, y le disparó sin mediar palabras, causándole la muerte de manera inmediata.

Luego de varios procedimientos coordinados por el Ministerio Público, el exfuncionario fue detenido por efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana el 1º de marzo de 2013, en los Valles del Tuy, estado Miranda, ante la orden de aprehensión acordada por el Tribunal 1° de Control de Cojedes.

Es oportuno destacar que este es uno de los casos investigados por el Ministerio Público, relacionados con las violaciones de derechos humanos ocurridas entre los años 1958 y 1998.

Vale recordar que la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, constituyó una comisión dirigida por la directora de Protección de Derechos Fundamentales del Ministerio Público, María Mercedes Berthé, y conformada por fiscales de esa dependencia, asesores y expertos de la Dirección de Asesoría Técnico-Científica e Investigaciones y de la Unidad Criminalística contra la Vulneración de Derechos Fundamentales, quienes fortalecen las investigaciones en dichos casos.

La inteligencia interior estaba mayoritariamente controlada y dirigida por los llamados “doblados”. Exguerrilleros de distintos movimientos de izquierda (Bandera Roja, Punto Cero, Tercer Camino, Liga Socialista, etc.) que habían participado en la llamada lucha armada o guerrillas (sabotajes, colocación de explosivos, secuestros, asaltos a bancos, homicidios, etc.) y posteriormente habían sido reclutados, después de traicionar a sus compañeros. Algunos, incluso, formados en Cuba.

Sería interesante que Diosdado le aclarara a su audiencia por qué el hoy condenado Homero Sánchez Araujo trabajó para el gobierno de Hugo Chávez al principio de su gestión, así como por qué y para qué lo enviaron a Cuba para recibir un curso de actualización con el G2.

También sería bueno que reconociera ante los venezolanos que uno de los primeros actos de gobierno de Nelson Moreno (el de la mandarina en el Paseo Colón), cuando asumió el cargo de alcalde y designó a Antonio Briceño y Emilio Guzmán Rojas al frente de la Policía Municipal de Puerto La Cruz (POLISOTILLO), fue aprobar la realización de un curso que les dictó Henry López Sisco personalmente en la sede de dicha institución.

En su gran mayoría, este grupo de comisarios se identificó luego con el MBR-200 y hasta participó en las dos intentonas golpistas. El presidente Carlos Andrés Pérez se creía un líder mundial y estaba seguro de que el pueblo lo amaba, por lo que —según él— ninguna conspiración en su contra prosperaría. Pública y privadamente, Pérez insistía en que la izquierda armada había desaparecido y que dentro de las FAN “todo estaba controlado”.

En esos días, mencionar, tener alguna relación, vínculo y, lo que era peor, recomendación de Henry López Sisco podía hacer que te expulsaran de la DISIP. Mis padres tenían una cercana relación amistosa y prácticamente familiar con su hermano Freddy López Sisco. Habían pertenecido al grupo fundador del partido FDP. Precisamente esa cercanía y admiración fue la que me condujo a tomar la decisión de formar parte de la DISIP. En futuras entregas les revelaré sucesos históricos que me tocó presenciar personalmente durante el tiempo que López Sisco estuvo preso.

Llegué solo, nadie me llevó. El único apoyo que recibí me lo dio el comisario y piloto Miguel Eduardo Poleo Palacios (QEPD), cuyo padre fue propietario de los mejores restaurantes de carne de Caracas, a los cuales bautizó con los nombres de sus caballos de paso fino campeones: El Alazán, El Paso, El Campanero, etc.

Comisario General y piloto Miguel Eduardo Poleo Palacios (Q. E. P. D.)

Nuestro “comando” era una “base de inteligencia” que funcionaba en una quinta ubicada en la parte alta de la urbanización Altamira, tan secreta que estaba situada exactamente frente a la casa del banquero Carlos Bernárdez. Cuando Henry López acudía a reunirse para coordinar las acciones de guerra sucia en contra de Orlando Castro, por el control accionario del Banco de Venezuela, nos saludaba desde la sala, pues sabía que lo estábamos espiando.

En la base laboraba junto a nosotros un funcionario al que todos identificábamos únicamente con el alias de “Martell” (como el brandy). Su nombre real es Itamar Ramírez. Su sueldo quincenal le llegaba en un sobre y en efectivo. No tenía credenciales de la DISIP; portaba unas de la Policía Metropolitana de Caracas. Se había especializado en el manejo de un vehículo “especial” que teníamos, dotado de tecnología para tomar fotografías sin ser detectado, escuchar y grabar conversaciones telefónicas en el sitio donde estuviera ubicado, y todo cuanto se hablara dentro de un inmueble determinado.

“Martell” vivía allí, y los fines de semana viajaba al interior para pasarlos junto a su familia. Al final del día se duchaba, cambiaba de ropa y salía a trabajar en un taxi de su propiedad hasta la medianoche.

Conmigo se comportó siempre como un caballero. No dudó ni un segundo cuando me tomé el atrevimiento de pedirle prestado —mi primer día de trabajo— dinero para comprar mi primer portacredenciales y la primera funda para mi arma de reglamento.

Yo no entendía su situación y empecé a indagar con el paso del tiempo. No comprendía por qué repudiaba tanto a López Sisco. Me contaron que había pagado una condena de casi 10 años en la desaparecida Cárcel Modelo de Caracas. La única bebida alcohólica que a veces consumía era brandy Martell y, para mantenerse sano, se dedicó al levantamiento de pesas durante su condena, lo que lo llevó a desarrollar notablemente su cuerpo.



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