Por: Juan Carlos Buitrago Arias
La cooperación internacional en materia de inteligencia no es un acto mecánico ni un simple intercambio de favores. Requiere coherencia, institucionalidad, profesionalismo y, sobre todo, confianza. Construirla toma años; destruirla, apenas instantes. En el caso de Colombia, los recientes cambios en la política exterior y de seguridad del gobierno han alterado profundamente los equilibrios que por décadas sostuvieron su papel en la comunidad internacional de inteligencia.
A pesar de los vaivenes políticos y los altibajos en la administración pública, Colombia había logrado consolidar instituciones capaces de interactuar con agencias globales bajo principios de reciprocidad, transparencia y respeto mutuo. Sin embargo, según advierte el autor, estos cimientos atraviesan hoy una de sus crisis más severas.
El deterioro de los mecanismos de cooperación
Colombia, históricamente activa en operaciones conjuntas contra el crimen organizado, ha mantenido una tradición de colaboración con entidades multilaterales como Interpol, Ameripol y Europol, además de acuerdos bilaterales con decenas de países. Mecanismos como el Diálogo Político Bilateral, las Comisiones Binacionales Fronterizas (COMBIFRON) y la cooperación policial y militar han sido esenciales para combatir narcotráfico, terrorismo y delitos transnacionales.
No obstante, muchos de estos instrumentos se encuentran hoy inactivos o debilitados. Las tensiones políticas han estancado mesas de trabajo que por años articularon esfuerzos con socios estratégicos como Estados Unidos y países de la Unión Europea. La interrupción de estos canales genera desconfianza y limita el acceso a información crítica, debilitando la capacidad del Estado colombiano para anticipar amenazas.
Un liderazgo que siembra incertidumbre
El texto enfatiza que la crisis no se origina únicamente en lo técnico, sino también en lo simbólico y diplomático. La actitud del Presidente actual —descrita como desafiante, transaccional y distante de los principios que históricamente guiaron la cooperación— ha sido interpretada por aliados como una señal de imprevisibilidad.
Acciones unilaterales, declaraciones contradictorias y órdenes que desacreditan a la Fuerza Pública y a los organismos de seguridad han provocado un deterioro sin precedentes en la credibilidad del país. Las agencias de inteligencia extranjeras perciben un escenario incierto, lo que afecta directamente la fluidez del intercambio de información sensible.
Las consecuencias estratégicas
El desgaste en la cooperación internacional no es menor:
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Reduce la capacidad del país para combatir mafias y redes criminales transnacionales, que se benefician del vacío de coordinación.
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Debilita la posición de Colombia en foros multilaterales, donde la confianza es el principal activo diplomático.
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Aumenta los riesgos internos, pues limita la llegada de alertas tempranas vitales para la seguridad nacional.
El crimen organizado opera sin fronteras. La inteligencia, por el contrario, solo funciona eficazmente cuando existe confianza entre Estados. La erosión de esta confianza deja a Colombia aislada justo en un momento en que las amenazas globales —cibercrimen, terrorismo, tráfico ilícito y desinformación— demandan mayor cooperación, no menos.
Una inversión de valores
El autor señala, además, un giro preocupante: una actitud complaciente del Gobierno hacia dictaduras y regímenes aliados con redes criminales, mientras adopta una postura hostil o distante frente a socios tradicionales del hemisferio occidental.
Esta “ecuación invertida”, caracterizada por cercanía con actores que vulneran el orden internacional y frialdad hacia aliados históricos, coloca a Colombia en una posición incómoda y riesgosa.
Hacia una defensa de los principios
Como respuesta a este deterioro, se anuncia la creación de la Fundación “Los Principios No Se Negocian”, inspirada en la obra del mismo nombre. Su propósito será destacar y respaldar a personas e instituciones que se mantengan firmes en sus valores ante presiones políticas o ideológicas.
La iniciativa busca preservar el legado de colaboración, integridad y profesionalismo que permitió a Colombia ser un referente en inteligencia y seguridad durante décadas.
La cooperación internacional no es un acto de cortesía diplomática: es la red que sostiene la seguridad de los pueblos. Su ruptura genera vulnerabilidades profundas que no se resuelven fácilmente.
La advertencia es clara: sin confianza, transparencia y respeto a los principios, Colombia corre el riesgo de quedar fuera de la comunidad global de inteligencia, un costo estratégico que el país no puede permitirse.


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