La indiferencia ante el genocidio en Gaza es un abismo moral que consume nuestra humanidad, nos recuerda que la verdadera barbarie no solo reside en los actos de violencia, sino en el silencio cómplice que los permite.
El genocidio en Gaza representa el colapso más atroz de la dignidad humana. Frente a él, el lenguaje se vuelve impotente y la ética se enfrenta a su propio abismo. Más de 73.000 palestinos han muerto, incluyendo más de 17.000 niños, y la situación sigue deteriorándose. Oficinas de la ONU han condenado enérgicamente estas acciones afirmando que Israel ha cometido genocidio (aunque como Organización se tardaron decenas de miles de muertos y meses de bloqueos de ayuda humanitaria para concluiro) y que altos cargos israelíes, encabezados por el carnicero Benjamin Netanyahu, han incitado a cometer estos actos atroces. La Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de detención contra contra el primer ministro Benjamin Netanyahu y el exministro de Defensa, Yoav Gallant, y adelanta una investigación por los crímenes contra el pueblo Palestino.
Una comisión de investigación de la ONU concluyó, como gran parte del mundo civil lo había hecho ya, que Israel ha cometido genocidio en Gaza, citando ejemplos de matanzas indiscriminadas, bloqueos de ayuda y desplazamientos forzosos. La Unión Europea ha expresado preocupación por la situación humanitaria en Gaza; sin embargo, ha decidido deliberadamente actuar como si no tuviera el poder que ostenta y sus esfuerzos por detener el genocidio han sido minúsculos.
Mirjana Spoljaric, presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja, describe la situación en Gaza como “peor que el infierno en la Tierra”.
El pueblo judío que se opone a la violencia en Gaza incluye desde la postura de Ilan Pappé, historiador y activista socialista israelí que ha denunciado el tratamiento inhumano a los palestinos, hasta los representantes más ortodoxos de esta comunidad, tanto dentro Israel como miembros de la diáspora.
El pánico moral –y cobarde– que lleva a la inacción en Occidente ante el sufrimiento de los palestinos es un tema de debate. Algunos argumentan que el miedo a ser etiquetados como antisemitas o a enfrentar consecuencias políticas impide a muchos hablar en contra del talante genocida del gobierno de Israel y del ala Sionista, en general.
Netanyahu enfrenta a diario críticas internacionales por su manejo genocida y bárbaro del conflicto. La situación en Gaza requiere atención inmediata y soluciones duraderas para detener el sufrimiento humano que estamos viendo en vivo y en directo, así como para garantizar a los palestinos su derecho a vivir en paz y en su territorio.
Las manifestaciones se movilizan principalmente en respuesta a las ofensivas genocidas israelíes en Gaza que han provocado gran cantidad de víctimas civiles, destrucción de infraestructura esencial, bloqueos de acceso humanitario de agua, alimentos y medicinas y desplazamientos forzados masivos, todo ello prohibido por el derecho internacional y catalogado como crímenes de lesa humanidad.
Muchas de las masivas protestas civiles se organizan alrededor del mundo bajo la premisa de que la comunidad internacional, incluidos gobiernos y organizaciones internacionales, no están haciendo nada para detener el aniquilamiento bárbaro y masivo del pueblo palestino.
Europa tiene numerosos ejemplos de protestas civiles masivas: Alemania, Países Bajos, Suecia, Italia, Suiza, Reino Unido, entre otros, con manifestaciones que llaman al cese del fuego, al fin del apoyo militar, la imposición de sanciones, exigencias de llamamiento a un juicio internacional y la protección de periodistas, personas y organizaciones civiles que buscan que la ayuda humanitaria llegue a los palestinos.
En Australia, ha habido manifestaciones masivas en todas las ciudades capitales, destacando por su masividad Sydney, Melbourne y Brisbane, con cientos de miles de personas movilizadas en las calles. Estas marchas se han sostenido en el tiempo durante los últimos meses, manteniendo su presencia en el centro de las ciudades, al menos, cada quince días.
En Bangladesh, Asia del Sur, por ejemplo, hubo una marcha por Gaza que convocó también a grandes multitudes.
Estados Unidos –cuyo gobierno es protagonista del apoyo al genocidio– ha visto marchas gigantescas, protestas en campus universitarios y en las calles, que se mezclan con el rechazo a las distintas medidas fascistas del gobierno Trump, pero en las que las banderas palestinas han sido protagonistas.
Las manifestaciones toman muchas formas: marchas, vigilias, concentraciones frente a embajadas, actos simbólicos (por ejemplo, colgar fotos, colocar ropas de niños para representar a las víctimas, utilizar color rojo como símbolo de sangre).
No son eventos aislados; muchas protestas se repiten, semanalmente o cada vez que un nuevo hecho sangriento revive la indignación (una ofensiva mayor, muertes de civiles, destrucción de hospitales, restricciones humanitarias…).
En ciertos lugares, las movilizaciones han sido censuradas por medidas policiales y gubernamentales solidarias con el genocidio: prohíben las protestas, maltratan manifestantes y hemos tenido que ver ya centenares de videos en donde marchantes pacíficos han sido capturados por las fuerzas civiles. No podemos olvidar tampoco los y las estudiantes que han sufrido represiones en los campus universitarios y que incluso han sido expulsados de sus instituciones por ejercer el derecho a protestar.
Los mensajes principales que dan la vuelta al mundo son: “Cese el fuego ya”, “Justicia para Palestina”, “Fin a la ocupación”, “No más genocidio”, “Basta de bombardeos a civiles”, “Solidaridad con Gaza”.
Algunos gobiernos todavía rechazan las acusaciones de genocidio o responden con diplomacia, afirmando que se defiende el derecho a la legítima defensa y a la seguridad frente a grupos armados como Hamás. Han olvidado deliberadamente y por completo los principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario, como el de la proporcionalidad y el principio de distinción para evitar la afectación a civiles.
Extinguir con bombardeos, hambre y enfermedades a todo el pueblo palestino con el argumento de que así se combate a un grupo que han decidido declarar terrorista es una postura tan inmoral y sanguinaria como si fueran bombardeados, aislados y borrados del mapa todos los colombianos en castigo por los crímenes del Clan del Golfo, el uribismo o el ELN, vertientes del hampa que, en la realidad, son un azote constante para los colombianos, principalmente para los más pobres.
¿Cómo es que el gobierno de Israel y sus fuerzas militares genocidas no son considerados como un grupo terrorista a pesar de la evidente violación grave y sistemática de los derechos humanos contra la población civil en Gaza y de las infracciones diarias al Derecho Internacional Humanitario?
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Las protestas deben mantenerse, así como la atención mediática y la presión política sostenida y traducir aquellas manifestaciones en acciones concretas por parte de los gobiernos del mundo, a quienes se les debe recordar con la misma constancia su responsabilidad por acción u omisión en el marco de este genocidio. Continuar exigiendo sanciones reales, apertura de corredores y cordones humanitarios, intervención internacional –política y militar– y, sobre todo, la captura urgente de los máximos responsables.
La indiferencia ante el genocidio en Gaza es un abismo moral que consume nuestra humanidad, recordándonos que la verdadera barbarie no solo reside en los actos de violencia, sino en el silencio cómplice que los permite.

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